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La sociedad europea está acostumbrada a la estabilidad, pero la región ahora parece un remolino silencioso de preocupaciones, con burbujas que suben a la superficie una por una.
Hablemos de aviación: el tráfico de pasajeros en occidente en verano alcanzó el 90% del nivel del pasado 2019, en Europa oriental el 80%, la nueva aerolínea italiana ITA Airways transportó 9 millones de pasajeros en su primer año. No es nada sorprendente que las economías más desarrolladas se recuperen con mayor rapidez. Lo sorprendente es que, a pesar del tenso conflicto entre Rusia y Ucrania, este acontecimiento no tuvo casi ninguna repercusión en la aviación, según sus responsables. Tras haber sobrevivido a la pandemia, se muestran escépticos ante la crisis provocada por la intervención militar: ¡la demanda era grande! El deseo de viajar es enorme. Pero mientras las agencias de análisis publican año tras año gráficos que muestran claramente la estacionalidad,los imprevistos de la aviación están presentes. Los directivos no estaban preparados para la afluencia de pasajeros. Se produjeron numerosas cancelaciones de vuelos; los principales aeropuertos: Heathrow y Schiphol, tuvieron que imponer restricciones al número de pasajeros transportados. La situación se remedió a costa de los trabajadores de base, quienes se declararon en huelga tras el gran volumen de trabajo. A la sobrecarga laboral se sumó la caída de los salarios reales, debido a una tasa de inflación récord del 9,1% en Europa.
La temporada ha terminado, pero las huelgas no, dado que los controladores aéreos franceses realizaron una huelga que afectó a 80.000 pasajeros de Ryanair en un día, sin incluir a los demás.
La Copa del Mundo será el principal acontecimiento de este invierno, pero los medios de comunicación lanzaron una fuerte campaña contra la violación a los derechos de los trabajadores en las obras de construcción en Qatar. El 55% de los noruegos de a pie han llamado al boicot del Mundial y ya son siete las ciudades de Francia que se han negado a emitir los partidos. Es posible volar de París a Doha todos los días, pero no está previsto aumentar el número de vuelos. Qatar modificó sus horarios a París para el verano: el número de asientos se redujo en un 28%. Turquía, por su parte, no sólo volará con más frecuencia, sino que también ofrece a Qatar llevar sus propias tropas y policía, por motivos de seguridad.
Los turcos tienen más dificultades para entrar en Europa: uno de cada cinco es rechazado en Schengen. La tendencia ha sido visible en los últimos años, y el gobierno la denomina sanción encubierta. La cuestión se ha planteado en la sesión de la PACE. Irónicamente, aún no tienen claro quién es el principal representante europeo: Turquía es el «mejor destino turístico de Europa» y Turkish Airlines es la «mejor compañía aérea del continente».
Las fronteras de papel se están convirtiendo en piedra. Finlandia quiere construir un moderno muro de Adriano en la frontera con Rusia. La compañía aérea nacional Finnair se desquita con los rusos y les deniega el embarque sin motivos legales. Esta tendencia está respaldada por Polonia y los países bálticos.
Con el contexto de la subida desorbitada de los precios de la energía, las protestas se han intensificado y se ha puesto en evidencia que en Europa no se trata sólo de gobernantes, sino también de personas. Ahora que las tarifas aéreas han subido una media del 20%, la ecología es una buena excusa para desvelar el verdadero problema. La Comisión Europea tiene la oportunidad de usar su imagen medioambiental para atraer grandes inversiones a un proyecto global y llevarse el dinero de los pasajeros, aprovechando su ingenuidad y emotividad respecto al conflicto de Ucrania.
También hay aerolíneas que se posicionan como las más ecológicas por razones de marketing, aunque sus aviones, los Airbus NEO, sólo utilizan un 15% menos de combustible y benefician principalmente a las mismas aerolíneas. En su uso regular,gracias al ahorro de combustible en menos de tres años se rentabilizan.
Lufthansa y Shell han acordado producir biocombustibles, mientras que la griega Aegean, donde los alemanes tienen una participación, firmó un acuerdo con Hellenic Petroleum para el suministro al aeropuerto de Salónica y prevé incluir a Atenas. Aunque no hay combustible libre de carbono, se ofrece a los pasajeros compensar al medio ambiente con dinero: los aviones volarán con parafina convencional y el ciudadano consciente contribuirá a un fondo para luchar contra el calentamiento global. Los motores de hidrógeno siguen desarrollándose como alternativa a los biocombustibles. Rolls-Royce está trabajando en ellos, realizando pruebas finales en los prototipos AE 2100 y Pearl 15. El primero es un turbohélice, lo que significa que su potencia es adecuada para el transporte aéreo regional, el cual en Europa ya está empezando a sustituirse por los trenes, mientras que el segundo se está instalando en pequeños aviones privados. Resulta que, a nivel global, estos desarrollos son algo revolucionario, incluso si llegaran a producirse en masa.
De momento, la iniciativa de carbono «NET Zero» de la UE tiene toda la pinta de ser una burbuja. La disposición de los pasajeros a pagar por el sufrimiento del planeta es incapaz de ganar una masa significativa, por lo que la iniciativa corre el riesgo de no justificar su escala y simplemente no llegar a ninguna parte.